“EL MEJOR MUSEO DEL UNIVERSO”

 

“¡Saca este juguete porque es mío!, yo le hice ese rayón”. Así de intensas son las emociones que genera el Museo del Juguete Antiguo Mexicano (Mujam), una máquina del tiempo que transporta a su niñez a los visitantes, en este caso del Asilo de Ancianos del DIF de la CDMX.

“Los niños se sienten fascinados y los papás no se quieren ir”, dice el Arqto. Roberto Shimizu, un auténtico coleccionista y fundador del Mujam, al hablar de la que podría ser su obra más popular, emotiva y trascendental.

 

1980

Comenzaremos la historia por el final, o al menos uno de los finales, el instante en que el arquitecto decidió dejar de coleccionar. Fue a finales de los 70 e inicios de los 80, justo cuando salieron a la venta algunos de los juguetes más deseados de nuestros tiempos: la primera generación de juguetes de Star Wars.

¿Por qué?, preguntaría alguno (o todos) de los millones de fans en todo el mundo. La respuesta es muy sencilla, para Roberto Shimizu ese fue el momento en que los artículos dejaron de ser juguetes y se convirtieron en un objeto de consumo masivo.

 

La historia de este museo comenzó cuando los abuelos del fundador llegaron a México desde Japón, en 1920, luego de más de 50 días de viaje en un barco, que incluso tenía morgue para quienes no sobrevivieran a la travesía. Una primera parada en Mazatlán, sin conocer el idioma, hasta que se instalaron en el número 15 de Dr. Olvera, colonia Doctores, Cuauhtémoc, hoy CDMX.

Con el paso del tiempo su abuelo regresó a Japón para importar productos a México; su padre siguió con el oficio de comerciante y el edificio de la colonia Doctores se convirtió en una de las primeras tiendas de juguetes importados. “En Navidad la gente se paraba frente a los aparadores para contemplar los juguetes mientras comían un algodón de azúcar o una nieve”, recuerda.

En 1955, el padre del fundador del museo ya tenía una colección privada importante, que comenzó con el acto de guardar los artículos que le generaron momentos felices en su infancia, no sólo juguetes sino promocionales, artículos de consumo, tapas intercambiables. Luego se amplió a aquellos tesoros que los padres de escasos recursos fabricaban para brindar alegría a sus hijos y ahí comenzó la formación de un legado.

 

55,000

En los juguetes se puede observar la historia de la familia Shimizu y también la del país. En sus siete salas hay objetos de lucha libre, Cantinflas, la muñeca que era el sueño de todas las niñas mexicanas, la señorita Lily Ledy; Barbies, pero también productos de momentos tan luminosos como los Juegos Olímpicos del 68 y de los oscuros, como panfletos del Movimiento Estudiantil del 68.

Si alguna vez se ha preguntado con qué jugaban los habitantes del México prehispánico, en el Mujam encontrará figurillas de barro con formas de animalitos, algunos artículos de tipo matemáticos, como cuentas; también se pueden ver sonajas de metal de la colonia y, a partir de ahí toda la evolución de los juguetes mexicanos, hasta que llega la globalización y apertura de fronteras, el fin para muchos en la industria mexicana del juguete.

Todo esto se observa en las más de 55 mil piezas que hay en icónico museo, que se encuentra en un barrio, entre taquerías, accesible para todo el que quiera tener una buena cita o un encuentro con el pasado.

“Es un incentivo ver la alegría, las anécdotas. La máxima vitamina para la gente es la alegría y eso es muy importante en este México violento y corrupto, en un país triste y decaído, hay un espacio para tener una mañana bonita, para reconectar con papá, para reconquistar a la novia y para salir motivados para construir un mejor país”.

Y después de tanta historia ¿qué encontramos en el museo? Este es “un museo vivo para mexicanos vivos”, con siete salas que están ordenadas de forma caótica, pero con cada pieza en su lugar. Un sitio donde la gente hace conexiones mentales al observar los objetos de las vitrinas.

“No he dejado de jugar, es el sueño de todos los niños”, dice el Arqto. Roberto Shimizu, quien explica que el recorrido por el lugar puede ser de 45 minutos, de tres horas o de todo el día, depende del visitante.

Un lugar con artículos que cuestan desde 1 hasta 100 mil pesos o más, pero donde lo más importante es que una persona con Alzheimer puede encontrar su terapia sanadora, donde alguien de la correccional puede encontrar un motivo para volver a ser parte positiva de la sociedad, donde los huérfanos encuentran magia y los ciegos reviven sus momentos felices en un recorrido táctil.

No por nada la frase más común en el buzón de comentarios es “El mejor museo del Universo”.

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