Un anfitrión de cuatro patas

Esta es una historia sobre un diminuto y casi insignificante momento de mi viaje al norte de México. Soy un fiel creyente de que la magia ocurre cuando las cosas comunes se convierten en extraordinarias y no hay mejor escenario para este tipo de acontecimientos que un Pueblo Mágico. Tenía muchas expectativas de Creel, en Chihuahua, pero nada me preparó para lo que me esperaba…

Creel Chihuaua Revista Raudal Turismo Viajes

Fui preparado para estar en un lugar frío, listo para aguantar temperaturas bajo cero, con probabilidad de alguna nevada. Para lo que no fui preparado fue para que se me enterneciera el corazón, me derritiera de ternura y deseara tener el dinero suficiente para llevarme a un perro. Sí, un perro, o algunos cuantos. El primer día que estuve en este Pueblo Mágico de México, llegué directo al hotel, una hermosa troje adaptada, con ese aire rústico que uno espera, las vigas de madera por fuera, los adoquines, el techo de dos aguas. Tras dejar mis cosas, salí a buscar un sitio para desayunar… en ese instante no era consciente de lo que ocurría en la calle, mi hambre y ganas de probar comida del norte del país eran más grandes que mi curiosidad de viajero.

Una vez satisfecho, decidí caminar por Creel, hasta el centro de la ciudad y fue ahí cuando ocurrió la magia. Se me acercaron algunos perros, creo que son los callejeritos más hermosos que he visto, de abundante pelaje y diferentes colores. Uno de ellos a quien, con falta de creatividad, llamé “Oso”, se me pegó, me inspiró confianza y creo que yo a él porque se convirtió en mi acompañante durante mi recorrido.

Es increíble la química que hubo con el “lomito”, se detenía cuando yo lo hacía y se dejaba acariciar, era como si hubiéramos convivido durante mucho tiempo.

Sentirme acompañado por un perro, me hizo sentir muy bien en el lugar, como en casa, debo confesar que fue un excelente anfitrión, es como si cumpliera con su deber perruno y, a la vez, como promotor de Creel. Los amantes de los perros encontrarán una gran variedad de ellos, se encuentran en las calles del Pueblo Mágico, pero también se les ve en otros puntos turísticos, andando en manda y a la espera de una caricia amiga.

Lee también: Buceo, un viaje a otro mundo.

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