Conocido originalmente como Pameje, vocablo de origen mazahua, con la llegada de los frailes franciscanos en los primeros años de la Colonia cambió a San Francisco del Valle de Temascaltepec y, en la segunda mitad del siglo XIX, adoptó el nombre con que ahora lo conocemos: Valle de Bravo, en honor al general Nicolás Bravo.
El pueblo, de arquitectura típica de la época colonial, está entre montañas, su principal atractivo es la presa o laguna en la que se practican la pesca deportiva de trucha, tilapia y carpa; regatas de veleros y esquí acuático. En los alrededores se puede optar por el ciclismo de montaña, motociclismo a campo traviesa, parapentes, ala delta y equitación.
Tiene tres campos profesionales de golf y un sinnúmero de restaurantes de comida típica, internacional, italiana y francesa, centros comerciales, tiendas de arte, artesanías y artículos de decoración.
A 25 km, en Piedra Herrada, está el Santuario de la Mariposa Monarca; en Avándaro, la Cascada Velo de Novia; el Parque Monte Alto tiene 20 km de senderos recreativos y, desde el Cerro de La Peña, se observa una bella panóramica del lago de Valle de Bravo.
Y para comer, una rica “trucha arcoiris” preparada al horno, en el comal o al vapor; alcachofas; mole con gallina o guajolote; barbacoa y consomé de borrego; tamales de frijol, charal, capulín y ceniza: para beber, un sabroso atole de frutas, pulque, la sambumbia y licores de frutas.
A los amantes de los dulces y postres, Valle de Bravo les ofrece ates, nieves de frutas o unos ricos churros con los más variados rellenos.
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