Venecia y Madrid

 

Una promesa que surgió de múltiples deseos de cumpleaños

 

Mi amiga Tila Koral Pérez Escalante me compartió el viaje que muchas de nosotras hemos querido hacer… recorrer Europa, a través de su narración nos sentimos como en la Fuente de Trevi, pero sobre todo, cumpliendo ese sueño anhelado.

Desde pequeña tuve dos ilusiones en la vida: conocer la Ciudad Eterna y el Coliseo…pasaron muchos años y por fin, en uno de mis cumpleaños amanecí en Roma, caminé por sus calles y arrojé muchas monedas a la Fuente de Trevi para regresar y regresaré.

Hace nueve años buscaba un tour para visitar Roma, Venencia, Florencia, Londres, París y otras ciudades europeas y lo encontré, lo mejor es que al fin podría cumplir ese deseo que pedía cada que apagaba las velas de mi pastel: estar en esa fecha del otro lado del mundo, experiencia que compartí conmigo, sí, qué mejor compañía que la mía para conocerme más, para cerrar ciclos, para crear nuevos proyectos.

Esa fue mi primera luna de miel conmigo, (así llamé a ese viaje, mi segunda fue a Argentina). El día de partida, 2 de agosto de 2011, con mis dos maletas y toneladas de emociones. Partí de Mérida rumbo al aeropuerto Benito Juárez y experimenté todo el asunto del papeleo, las maletas, corroborar infinidad de veces que tenía mi pasaporte.

Llegué a Schiphol, en Amsterdam, para hacer conexión para ir a Madrid. Llegué a Barajas donde me esperaban para llevarme al hotel, dejé mis maletas y tomé el metro para encontrarme con una amiga que vive allá.

Llego a la estación acordada: Ópera, salgo del subterráneo y ya había oscurecido, mi primera vista:  el Teatro Real de Madrid, mi amiga esperándome con los brazos abiertos y en ese momento fue cuando me convencí que estaba en el otro lado del mundo, en zapatillas, no les digo cómo me dolían los pies después porque camine por el mercado de San Miguel y  luego por la Gran Vía con algo de dolor pero antes muerta que sencilla, claro, jamás me los volví a poner durante el viaje, anduve con mis tenis, Adela, mi amiga , siempre lo recuerda y morimos de risa.

En Madrid tuve la dicha de hacer química con gente de Buenos Aires, Caracas, San Salvador, Honduras y Texas -gente con la que sigo teniendo contacto gracias a las redes sociales- recorremos juntos Toledo, Barcelona -me encantó -Niza y Mónaco -de ensueño-.

La bota del mundo

Perdí el sentido del tiempo, así que un día en el trayecto por autobús, el guía nos anuncia al llegar a Ventimiglia ,al norte de Italia, con una hermosa vista al Golfo de Gènova : ¡llegamos a Italia!, en ese momento lloré de alegría, fueron las primeras de muchas lágrimas que rodaron por mis mejillas en ese viaje, estaba en mi adorada “bota del mundo”, al fin escucharía de viva voz ese idioma que tanto me gusta, siempre he estado enamorada de Italia, de su historia, su tono, de sus pastas, de sus vinos, de su Toscana y sí , del mito de sus guapos hombres.

Llegamos a Venecia en la noche, tomamos el vaporeto y yo feliz escuchando ese idioma de los habitantes de esa ciudad, no sabía si me emocionaba más eso que el Gran Canal con sus puentes. Conocí la Plaza San Marcos con la hermosa basílica, el palacio Ducal y el Campanario, un paseo de dos horas, teníamos que regresar al hotel, pues en pocas horas, por la mañana volveríamos para el tan anhelado paseo en góndola por los canales de Venecia, todo fue maravilloso, nunca acabaría de explicarlo.

En Florencia, la hermosa Toscana, cuna del arte renacentista, me perdí al David, por no comprar los boletos en línea días antes, sin embargo caminé la ciudad y admiré la catedral de Santa María del Fiore con su arquitectura y colores pastel, la Plaza de Señoría, fue un deleite estar en ese lugar donde se siente a Leonardo da Vinci, Miguel Angel, Botticelli, Dante y Maquiavelo… ¡qué recuerdos!

Roma, la noche, la cena, y no sé cómo pude dormir de la emoción, al día siguiente salimos del hotel y la felicidad me invadía, llegamos a Colina del Gianicolo me sentía como Julia Roberts en esa toma de la película “Comer, Rezar y Amar”, escena que había visto un año antes y por la que decidí hacer ese viaje , ese deseo que tanto me debía a mí misma.

Me encontré con uno de los amores de vida: el Coliseo, el Anfiteatro Flavio, el lugar de las batallas, el lugar de la muerte, pero no era tiempo de ingresar en él, primero había que ir al Vaticano a admirar la Capilla Sixtina y agradecer en la basílica de San Pedro a un ser superior el haber logrado ese triunfo para mi: estar donde siempre quise.

El viaje de Tila continuó por diversas ciudades y con sus respectivas aventuras, pero esa es una historia que en otra edición les contaremos.

 

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