El Castillo de Kukulcán, como se conoce al principal templo de la ciudad maya de Chichén Itzá, una de las “Nuevas 7 Maravillas del Mundo” que alcanzó su máximo esplendor hace más de mil años, es la estructura de mayor volumen del sitio, de planta básicamente cuadrangular, de casi 55.5 m de lado y una altura de 30 m. Su templo superior tiene vanos hacia los cuatro puntos cardinales.
En el interior de El Castillo, construido en la intersección de las líneas que unen a cuatro cenotes, hay una estructura de una sola escalinata orientada hacia el Norte, donde se encontraron ofrendas entre las que sobresale un altar en forma de jaguar de color rojo.
Cada fachada de la pirámide tiene una ancha escalinata de 91 peldaños, que en conjunto suman 364. Si se añade la tierra o la plataforma superior, arroja 365. Rematan las escaleras, al nivel del suelo, colosales cabezas escultóricas de serpiente.
En los equinoccios de primavera y otoño se observa durante el ocaso, en la alfarda poniente de la escalinata norte, un fenómeno de luz y sombra que consiste en 7 triángulos de luz que configuran el cuerpo de una serpiente luminosa, cuya cabeza pétrea está en la base de la alfarda.
Los 7 triángulos sugieren el número de direcciones reconocidas en la cosmovisión mesoamericana: los cuatro cardinales, el centro, el cielo y el inframundo.
Este juego de luz y sombra también se da en la alfarda oriente de la escalinata sur de la pirámide durante la mañana, pero ahí no hay ninguna cabeza de serpiente, pero además es posible observar el equinoccio lunar durante la madrugada, con la luz de la luna llena.
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